Cultivando la creatividad como modelo pedagógico de la iglesia

Cultivando la Creatividad como Modelo Pedagógico de la Iglesia

Dr. Juan R. Mejías Ortiz

Crear es un verbo relacionado con Dios. La primera referencia bíblica acerca del Dios de Israel es su capacidad creadora (Gn 1.1, Gn 14.19, Dt 3.18, Sal 8.3, Is 43.15). En consecuencia, la iglesia cristiana, apoyada en el testimonio bíblico, celebra la actividad creadora de Dios, quién por medio de Su palabra le da origen a todo cuanto existe (Sal 33.6, 2 P 3.5). Los más antiguos credos cristianos resumen esta doctrina. Un ejemplo de ello es el credo Niceno-Constantinopolitano de 381 e.c., que afirma: Creo en un solo Dios; Padre Todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra, de todo lo visible y lo invisible”. De ahí que la antropología bíblica enseña que el ser humano fue creado por Dios a su imagen y conforme a su semejanza (Gn 1.26-27, 9.6b, Stg 3.9b), naciendo así la doctrina del ser humano como imagen de Dios o en su calificativo en latín imago Dei. De este modo surge la consideración teológica que nos conduce a enseñar que es imposible pensar en el ser humano sin pensar en Dios. A lo largo de la historia del pensamiento cristiano se ha especulado el significado de la expresión bíblica “imagen y semejanza de Dios”. Aunque el debate goza de gran amplitud, aquí sencillamente se afirmará, que el ser humano, portador de la imagen divina, posee la facultad especial de cultivar la creatividad.

La creatividad es uno de los rasgos distintivos que hacen del ser humano una especie única. Al indagar acerca de sus raíces, se descubre que la creatividad humana surge de la necesidad biológica de explorar, intervenir e interrelacionarse con el medio ambiente.[1] creatividadEsa naturaleza biológica le ubica en un sitial preferencial en el planeta, otorgándole las herramientas para convertirse en un investigador innato, un solucionador de problemas asertivo y un fiel cuidador de los recursos obtenido de su Casa Grande. Equipado con la virtud de la imagen divina, el ser humano se descubre capaz de insertarse en la búsqueda de la compresión de sí mismo y de su entorno, a la luz de la relación con el Creador. El salmista en una expresión litúrgica exclama:

¿Qué somos los mortales para que pienses en nosotros y nos tomes en cuenta ¡Nos creaste casi igual a ti! Nos trataste como a reyes; nos diste plena autoridad sobre todo lo que hiciste (Salmo 8.5-6a, TLA).

Como especie única, el ser humano fue dotado por Dios con la capacidad especial de generar, comunicar y expresar sus pensamientos por medio de códigos y símbolos. Por ejemplo, en el libro de Éxodo, narrando las instrucciones para construir el Tabernáculo, sobresale la figura de Besalel, hijo de Urí de la tribu de Judá quien fue «llenado del espíritu de Dios, y de sabiduría, entendimiento, conocimientos y capacidad creativa, para hacer diseños y trabajos en oro, plata y bronce, para tallar y montar piedras preciosas, para tallar madera y para hacer cualquier trabajo artístico.» (Ex 31.2-5). No hay duda que Dios le ha dado al ser humano la virtud única para plasmar su creatividad en diversos contextos y escenarios que le permite solucionar problemas en favor del bien común.

Esta realidad lo impulsa constantemente a la pregunta y a la curiosidad. Gracias a esa capacidad creativa, el ser humano logra la expansión del conocimiento, el dominio de su entorno que asegura la sobrevivencia de él como especie y del planeta como el ecosistema mayor, y la reformulación de interrogantes que conducen a nuevas preguntas que requieren atención teológica, filosófica y científica.

El producto primario de la creatividad humana es la cultura. A su vez, la creatividad enriquece la cultura. No hay duda que la creatividad es sumamente esencial para la supervivencia de la raza humana. El psicólogo Mihaly Csikszentmihalyi, nos recuerda que el mundo sería sumamente diferente sin la presencia de la creatividad, debido a que sin la misma se dificultaría el desarrollo del lenguaje y el adelanto de la cultura. Imagínese por un momento un mundo sin símbolos, artes, herramientas, logros tecnológicos o avances en la ciencia y la medicina. O peor aún, sin el surgimiento filosófico de ideas tales como el amor, la libertad, la solidaridad, la democracia, entre otras. Sin la presencia de las expresiones creativas, la humanidad estaría condenada a una existencia mecánica y empobrecida. Es más, quedaría, en palabras de Csikszentmihaly, actuando bajo el dominio único de las instrucciones claras que provienen de nuestros genes.[2]

Como hemos insistido, sin la creatividad el ser humano no hubiera podido desarrollar la sociedad de la que goza hoy en día. Sin ella, nuestra estadía en el planeta hubiese sido efímera. Pero, ¿qué es la creatividad?, ¿qué significado tiene la calificación de creativo?, ¿por qué es importante estimular el desarrollo de la creatividad de los estudiantes?, ¿qué relación, si alguna, tiene con los procesos pedagógicos eclesiales?, ¿por qué es necesario cultivar la creatividad a través de los escenarios educativos de la iglesia?

Nuestro paso inicial será examinar dos explicaciones propuestas por estudiosos de la conducta humana. Primero, Howard Gardner, en su libro La inteligencia reformulada, reexaminando su teoría de las inteligencias múltiples ante el umbral de siglo XXI, coincide con Csikszentmihalyi al describir la creatividad como cualquier acto, idea o producto que logre transformar un campo existente en uno nuevo.[3] Así que una persona creativa es aquella cuyos pensamientos y actos transformen campos de conocimientos o establezcan simplemente uno nuevo.[4]

Por otra parte, el psicólogo estadounidense Robert Sternberg, quien fuera presidente de Asociación Estadounidense de Psicología (APA por sus siglas en inglés), visualiza la consecución de la creatividad mediante el equilibrio y aplicación de tres aspectos esenciales de la inteligencia: un fluir creativo, un filtro lógico y analítico, y una capacidad práctica.[5] Sternberg denominó a esta visualización de la creatividad como la Teoría Triárquica de la Inteligencia.

De acuerdo con Sternberg, la creatividad va más allá de generar ideas novedosas. Exige saber definir y analizar correctamente un problema, asignar los recursos necesarios para poner en ejecución la solución y evaluar el producto obtenido. A grandes rasgos, discute que la creatividad es producto de la interconexión de tres tipos de inteligencias o capacidades humanas. En un primer momento la inteligencia sintética buscar innovar y crear ideas más allá de los paradigmas tradicionales. Luego los resultados obtenidos son filtrados o evaluados por la inteligencia analítica con el propósito de auscultar su utilidad y realización. Finalmente, la inteligencia práctica materializa las ideas.

Ambas formas de entender la creatividad implican un reto para los sistemas educativos. La educación cristiana no es la excepción. Si se coincide con los postulados que identifican a la creatividad como una de las virtudes que distingue a la especie humana y se le visualiza como consecuencia de haber sido formado a imagen y semejanza de Dios, cómo es posible que históricamente es una de las áreas más descuidadas en los procesos educativos eclesiales. Un examen cuidado a la mayoría de los sistemas educativos eclesiales prueba que las diversas denominaciones invierten mucho tiempo, recursos económicos y humanos en procesos educativos que terminan siendo rígidos y mecánicos. El problema principal reside en que históricamente estos procesos pedagógicos descansan, en gran manera, en ejercicios memorísticos y en la pasividad de los alumnos. Desde esa perspectiva de entender la educación cristiana, lo más importante es oír pasivamente la palabra de Dios y obedecer. Lamentablemente la consecuencia principal ha sido la perpetuidad de un ambiente educativo monótono y aburrido que suprime la expresión creativa del estudiante. Así, sin percatarnos, se deshace la posibilidad de nuevas veredas para entender y vivir la Palabra de Dios en los tiempos posmodernos.

No hay que hacer un estudio estadístico exhaustivo para darse cuenta que la asistencia acreatividad2 la escuela bíblica está en descenso. Ni mirar los estudios bíblicos congregacionales. La situación con las nuevas generaciones es más complicada. Cada semana se suman el número de jóvenes que resisten asistir a la escuela bíblica. Aun así, reusamos abandonar el modelo educativo tradicional. En la actualidad las escuelas bíblicas se enfrentan al aburrimiento y a la apatía como obstáculos que inhiben todo su fluir. Esto ha suscitado que diversas congregaciones apuesten al entretenimiento, en lugar de procesos formativos saludables, como vehículo para retener a la juventud.

Una mejor educación cristiana es posible. Para ello debemos considerar las siguientes preguntas: ¿Si Dios dotó al ser humano de la facultad de aprender, comprender, razonar y crear, por qué insistir en procesos pedagógicos tradicionales que no fomentan el desarrollo de la creatividad del estudiante?, ¿Será necesario un cambio de paradigma pedagógico que fomente la curiosidad, la pregunta y el cuestionamiento? Hay que impedir con todas las fuerzas que los feligreses aprendan mucho de nada en nuestros escenarios educativos. No debemos olvidar que un feligrés capaz de entender y pensar su fe, vive y celebra con gozo la libertad en Cristo Jesús. Sencillamente rechaza ser como niños, que cambian fácilmente de parecer y que son arrastrados por el viento de cualquier nueva enseñanza hasta dejarse engañar por gente astuta que anda por caminos equivocados (Ef 4:14, DHH).

Cultivar la creatividad por medio de actividades educativas significativas es vital para el crecimiento intelectual, doctrinal, social, emocional y espiritual del creyente en Jesucristo. Teresa M. Amabile identifica diferentes áreas de atención para fomentar la creatividad en la sala de clases.[6] Las mismas se pueden resumir en tres líneas educativas.

La actitud de los maestros y las maestras. En un primer nivel, el maestro y la maestra se enfrenta con la necesidad de lidiar con sus propias creencias. Si el educador entiende que no es importante fomentar un ambiente abierto en donde el estudiante tenga derecho a la pregunta, a la curiosidad y a la discusión con sus pares, simplemente no se logra la creatividad. No se debe olvidar que el énfasis de todo el esfuerzo educativo es el aprendizaje. De manera que la atención desmedida en el control y la enseñanza dirigida limita al aprendizaje auténtico.

La configuración del salón. La manera en que se configura el salón y se ubican los asientos de los estudiantes permite una mayor interacción entre pares que estimula el diálogo y el fluir de las ideas. Además, el acomodo del salón permite el diseño de actividades instruccionales y la selección de los recursos didácticos que provocan el aprendizaje creativo.

Uso de estrategias educativas innovadoras. El educador debe dominar un repertorio de estrategias educativas que adelanten un aprendizaje que haga énfasis en la socialización, la interacción entre pares, el aprendizaje colaborativo, la autoevaluación y la motivación como pilares metodológicos.

Indudablemente, como seres creados a imagen de Dios poseemos la capacidad para pensar, crear e investigar. Hoy más que nunca es necesario forjar procesos educativos que cultiven la creatividad. Transitar en una dirección opuesta es comprometerse con la perpetuidad de un sistema educativo eclesial en decadencia. No olvidemos que la vocación pedagógica de la iglesia es vital para la consecución de su misión. Sin un proceso educativo vivo e intencional difícilmente logrará comunicar al mundo la verdad del Santo Evangelio de Jesucristo. Una fe cristiana que transforme al mundo es una que debe ser entendida. Si se claudica en las funciones pedagógicas difícilmente se alcanzará la transformación de la que Pablo habla en Rom 12.2 De ahí la importancia del nacimiento de un nuevo modelo educativo que permita el aprendizaje auténtico y creativo de la Palabra de Dios.

[1] Manuela Romo, Psicología de la creatividad. (Barcelona, España: Ediciones Paidós Ibérica, 1998), 114.

[2] Mihaly Csikszentmihalyi. Creatividad. El fluir y la psicología del descubrimiento y la invención. (Barcelona, España: Paidós, 1998), 359.

[3] Howard Gardner, La Inteligencia reformulada. Las inteligencias multiples en el siglo XXI. (Barcelona, España: Ediciones Paidós Ibérica, 2001).

[4] Csikszentmihalyi, 47.

[5] Robert J. Sternberg, La inteligencia exitosa. (Barcelona, España: Ediciones Paidós Ibérica, 2001). Discutida también en, Robert J. Sternberg & Todd I. Lubart, La creatividad en una cultura conformista. Un desafío a las masas. (Barcelona, España: Ediciones Paidós Ibérica, 1997).

[6] Teresa M. Amabile, Growing up creativity. Nurturing a lifetime of creativity. (Buffalo, New York: CEF Press, 1989), 127-149.