Pastor Dr. Juan R. Mejías Ortiz
Teoría del Desarrollo la Fe elaborada por Rev. Dr. James W. Fowler
Dr. Juan R. Mejías Ortiz
Desde la gestación el ser humano se enfrenta a un proceso de crecimiento, desarrollo y maduración. Cada uno de estos fundamentos deben ser estudiados con suma cautela si se pretende conocer mejor el funcionamiento de la especie humana. Este ser viviente no solo está determinado por factores biogenéticos. A diferencia de las demás especies del planeta, el ser humano se desenvuelve en sociedad. Así que su proceso de crecimiento y maduración es influenciado por el entorno en el que se desenvuelve y las relaciones afectivas que establece a lo largo de su vida. Precisamente la ciencia del desarrollo humano o la psicología evolutiva surge como disciplina con el propósito de comprender e investigar los cambios que enfrenta el ser humano durante sus ciclos vitales y sus reacciones frente a un entorno social en movimiento. La investigadora Diane E. Papalia define el desarrollo humano como la disciplina que estudia científicamente los esquemas y estabilidad presente durante toda la vida[1]. En otras palabras, la psicología evolutiva observa los cambios generales que ocurren en el ser humano durante sus ciclos vitales con el objetivo de esquematizarlos en una propuesta teórica útil para el entendimiento del comportamiento humano.
Los científicos del desarrollo humano dividen el ciclo de la vida en etapas o niveles que varían según sus propuestas teóricas. Aunque cada uno de los exponentes plantean sus argumentos por separado el estudio del desarrollo humano se ve en la obligación de interrelacionar las propuestas de una manera holística e interdisciplinaria con el propósito de alcanzar una mejor comprensión del comportamiento humano en todas sus dimensiones.
Usualmente al referirse a las teorías del desarrollo humano se piensa en los aspectos físico-motor, intelectual, psicológico, moral y social. Esto lo debemos en gran manera al alcance en la investigación que han tenido las propuestas elaboradas por algunos investigadores tales como Jean Piaget, en el área de la cognición, Eric H. Erickson, atendiendo los aspectos psicosociales y Lawrence Kohlberg, estudiando la moral, entre muchos otros. Sin embargo, en raras ocasiones se considera las cuestiones relacionadas con la fe humana. Ahí interviene los aportes de la investigación desarrollada por James W. Fowler. Este investigador presenta una de las propuestas teóricas más innovadoras en el desarrollo humano, la «Teoría para el desarrollo de la fe».
El Rev. Dr. James W. Fowler fue un ministro metodista que ocupó la cátedra como profesor de teología y desarrollo humano en la Universidad de Emory en Atlanta, Georgia. Dedicó gran parte de su vida a estudiar el fenómeno del desarrollo de la fe. Su obra más conocida Stages of Faith: The Psychology of Human Development and Quest for Meaning presenta los argumentos explicativos que sostienen su teoría. Fowler aprovecha el legado de la psicología evolutiva para incursionar en esta disciplina plasmando una mirada científica al desarrollo de la fe. Principalmente, es influenciado por hallazgos y las contribuciones de los trabajos elaborados por Eric Erickson, Jean Piaget y Lawrence Kohlberg. Al igual que los investigadores mencionados emplea un modelo lineal subdividido por etapas consecutivas que son paralelas a la cronología humana. Esta teoría es explicada en seis etapas progresivas que describen los cambios, la adaptación y la evolución en el desarrollo de la fe que experimenta la persona. El propósito básico de la teoría es investigar la manera en que las personas dan sentido a sus vidas.
James W. Fowler define la fe como la capacidad que posee el ser humano para dar unidad y significación a su vida gracias a la participación en un medio ambiente sujeto a las relaciones interpersonales. Esta capacidad innata que tiene la especie humana de comprenderse a sí mismo y a su entorno trasciende en un primer plano a cualquier vinculación con el dominio del campo religioso. Una de las críticas principales que se han levantado contra esta definición es precisamente su carácter universalista e inclusivo. Previo a los trabajos de Fowler dos de los grandes teólogos del siglo XX Richard Niebuhr y Paul Tillich trazaron caminos por los cuales Fowler transitaria. Ambos habían identificado el carácter universal de la fe humana más allá de las consideraciones de la religión organizada. Por ejemplo, Richard Niebuhr visualizó la constitución de la fe como la formación de una triada compuesta por el yo, el otro y un centro de valor integrado con suficiente autoridad y poder para dar a nuestras vidas unidad y significado.
Fowler deja saber de manera clara que entender el desarrollo de la fe no es tarea fácil. Esto debido a la existencia de una diversidad de factores que se tienen que considerar, tales como: la maduración biológica, el desarrollo emocional y cognitivo, la experiencia psicosocial y el papel de los símbolos, los significados y las prácticas religiosas y culturales, incluso el género y la raza. La gran diversidad de variables hace que el movimiento de una etapa a otra etapa no sea automático ni seguro. Así que no es de extrañarse que existan personas que cronológicamente sean adultos, pero en cuestión del desarrollo de la fe estén anclados en una etapa comúnmente asociada con la niñez. De igual modo, aunque con mayor limitación, se puede encontrar un niño que refleje una fe relacionada con una de las etapas asociadas con el adulto[2]. Veamos grosso modo las etapas del desarrollo de la fe.
Puntos claves: Aunque no se pueden diferenciar los aspectos que componen la fe van apareciendo los elementos que fortalecerán la confianza, la autonomía y la esperanza.
Esta pre-etapa abarca desde el nacimiento hasta los 2 años. En términos generales esta es una etapa preparatoria o previa para la consecución saludable de las etapas futuras. Fowler la llamó la fe no diferenciada por la incapacidad que presenta el infante para manifestar de forma clara los aspectos que componen la fe humana. En esta pre-etapa o etapa 0, el infante apenas va dando pasos iniciales en el mundo de las reciprocidades, que en su caso incluye las relaciones con sus parientes o encargados, el fortalecimiento de la confianza, la autonomía, la esperanza y el valor, así como sus opuestos conforme a las experiencias del infante.
Puntos claves: Los niños perciben la realidad por medio de intuiciones mientras reproducen la fe visible de los miembros de la familia inmediata.
Esta primera etapa abarca las edades de 3 a 7 años o niñez temprana. Se asocia con la fase «Pre-operacional» en la teoría cognitiva de Jean Piaget y la «Pre-convencional» en la teoría para el desarrollo moral de Lawrence Kohlberg. Conforme a Fowler va emergiendo una fe altamente influenciada por la imaginación y la fantasía. Debido a la inexistencia de las operaciones complejas está ausente cualquier tipo de inhibición que puede trazar el pensamiento lógico. Así que la fe carece de reflexión. Se percibe la realidad por medio de intuiciones. De ahí el nombre de fe intuitiva. De hecho, la virtud o aportación primaria de esta etapa es precisamente el nacimiento de la imaginación y la capacidad de unificar y captar el mundo a través de imágenes exhibidas en las historias que evidencian las comprensiones intuitivas y sentimientos del niño. Aunque hay que aclarar que en esta etapa el niño asocia recurrentemente la fantasía que crea con la realidad que le rodea.
En esta etapa predomina una actitud egocentrista que imposibilita al niño considerar la perspectiva de los demás En otras palabras, el niño va descubriendo el mundo y otorgando significados a las relaciones interpersonales desde su propia realidad. Las formas para establecer las relaciones interpersonales son los vínculos afectivos. De esta manera comienza a adquirir conciencia de sí mismo. De modo que el sentido de la vida se vislumbra como una que se proyecta de adentro hacia afuera. La fuente primaria para el desarrollo de la fe proviene del núcleo familiar más cercano. Estos son los padres o los cuidadores. Sin lugar a duda, es una fe que es compartida por medio de ejemplos, estados de ánimos, acciones e historias producidas por los adultos las cuales el niño va adquiriendo.
En unión con las formas de conocimientos dominadas por la percepción, la imaginación es extremadamente productiva de imágenes y sentimientos duraderos que más adelante serán ordenados y clasificados en la mente. En general, es una fe imaginativa cuyo énfasis recae en la imitación de las conductas y la reproducción de los valores y creencias de los adultos que componen el núcleo familiar. El riesgo en esta etapa es la permanencia de imágenes destructivas que refuercen tabúes y expectativas morales o doctrinales dañinas.
Puntos claves: Se amplía el círculo de influencia al admitir como propias las creencias de otras personas aparte de los padres o encargados.
La segunda etapa fue denominada por Fowler como «fe mítica-literal». Abarca las edades entre 7 a 12 años o niñez tardía. Va emergiendo el pensamiento operacional. Así que coincide con la aparición de las «operaciones concretas» identificada por Jean Piaget como el tercer estado del desarrollo cognoscitivo. El surgimiento de las operaciones concretas va dando dirección al flujo de las composiciones imaginativas delineadas en la fase anterior. De esta manera el niño comienza a diferenciar la fantasía de la realidad gracias al desarrollo del pensamiento lógico, aunque este queda limitado a situaciones concretas (tangibles – aquí-ahora). En cuanto a la teoría del Desarrollo moral de Kohlberg, el niño va transitando desde el final del «nivel preconvencional» para adentrarse por completo al «nivel convencional» en el cual domina el mantenimiento de las relaciones interpersonales mientras aflora la conciencia social.
Al concurrir con la edad escolar el círculo de influencia de las relaciones interpersonales experimentan transformaciones. El desarrollo de la fe comienza a ser impactado por los miembros de la comunidad más allá de la familia inmediata. La llegada de los amigos obliga al niño a considerar la perspectiva de los demás permitiendo la reciprocidad saludable en las relaciones interpersonales. De esta manera la visión egocentrista que predominaba en la etapa anterior comienza a quebrarse.
Paulatinamente el niño comienza a apreciar por sí mismo las historias, las creencias, los valores y las prácticas que simbolizan la pertenencia a una comunidad, pero las interpreta de manera literal. De este modo el niño procesa las ideas, las reglas morales y los símbolos de una forma unidimensional a través de un enfoque literalista. Esto implica que para el niño cada símbolo posee una sola significación. Para Fowler el regalo de esta etapa es el surgimiento de la capacidad narrativa como la principal forma de dar unidad y valor a las experiencias. En otras palabras, se utilizan las historias para dar sentido a la vida y explicar las experiencias cotidianas, pero se entienden de forma literal. Típicamente se emplean imágenes antropomóformicas para referirse a Dios. Aunque en forma menguada existen adultos que no logran superar esta etapa.
Puntos claves: La fe comienza a esquematizar o sintetizar los valores e informaciones que sirven de base para la formación de la identidad.
La fe sintética-convencional prácticamente surge en la adolescencia (13 a 19 años), aunque para algunos adultos la etapa se convierte en un lugar permanente de equilibrio. Dicho de otra manera, habrá adultos incapaces de ascender a otras fases del desarrollo de la fe. Coincide con la aparición de las «operaciones formales» señaladas por Piaget como la última de las etapas de su teoría cognitiva. Esto significa que el adolescente puede procesar pensamientos abstractos y reflexivos. Aparecen en pleno desarrollo los pensamientos deductivos e inductivos. De igual manera ocurre simultáneamente con el establecimiento del «nivel postconvencional» identificado por Kohlberg en su teoría del desarrollo moral.
En esta etapa la persona comienza a elaborar su propio pensamiento con miras a dar forma a su identidad mientras se hace copartícipe de un grupo social. Aun así, todavía no ha logrado alcanzar una comprensión suficientemente segura de su propia identidad y ni desarrollado un juicio autónomo como para construir y mantener un pensamiento independiente. Esto hace de la fe una conformista ya que sigue estando sujeta a las expectativas y juicios de los demás en especial de los grupos a los que pertenece. Para que esto suceda las experiencias significativas se extienden más allá de la familia. Ahora las relaciones de los pares, el ambiente escolar o laboral, los medios de comunicación e incluso la religión desempeñan un rol esencial en la construcción de la identidad de una persona. El desarrollo de la fe es influenciado por la mutualidad de las relaciones interpersonales.
Para Fowler la fe sintética-convencional debe proporcionar una orientación coherente para entender relaciones más complejas y diversas. Como hemos mencionado, la fe sintetiza los valores y la información que sirve de base para la formación de identidad. Aunque el adolescente o la persona va desarrollando un grupo de valores y creencias, estas no son expuestas por completo al análisis crítico. El manejo de los símbolos va adquiriendo mayor complejidad. Gracias a la aparición de las operaciones formales, la interpretación literal que dominaba en la etapa anterior va cediendo ante un entendimiento mucho más general del poder de los símbolos, aunque la persona no llega a desmitificar o producir un significado conceptual de los mismos. Las imágenes acerca de Dios son influenciadas por las experiencias o son una extensión de las relaciones interpersonales.
Puntos claves: Aflora la autenticidad de la persona por medio de una identidad que no está sujeta a creencias y valores de otras personas.
La Etapa 4 coincide con la adultez joven que comienza a partir de los 20 años. Para algunos adultos la transición hacia esta etapa suele retrasarse hasta mediados los treinta o cuarenta años, incluso algunos nunca logran llegar hasta aquí. En esta etapa el adulto es impulsado a buscar la solidificación de una identidad que no esté sujeta a creencias y valores de otras personas. Ahora la reflexión tiene lugar más allá del círculo de amistades y conocidos como acontece en la etapa anterior. Simplemente trasciende las relaciones interpersonales para tener cabida en el interior de la persona. De ahí el nombre de fe individual-reflexiva. Así que se comienza a poner bajo tela de juicio las convicciones, creencias, estilos de vida y actitudes personales. Sin dudas, va aflorando la autenticidad del individuo.
Aquí el adulto se ve en la obligación de enfrentar las tensiones que le producen ciertos conflictos tales como la individualidad versus los significados adoptados por los miembros de un grupo, la subjetividad de sus sentimientos versus la objetividad de la reflexión crítica, la autorrealización versus el servicio a otros y el compromiso con lo relativo versus la posibilidad de lo absoluto. De ahí que es un proceso de crecimiento marcado por la reflexividad y la individualidad.
En esta etapa el ser humano se ve inmerso en la búsqueda de sus propias significaciones. De esta manera la fe individual – reflexiva está marcada por un doble desarrollo. En un primer plano sobresale el fortalecimiento de una identidad capaz de distanciarse críticamente de los parámetros asignados por otros. Segundo, se hace presente un marco de significaciones que permiten la construcción de una cosmovisión diferenciada de los demás miembros del grupo social. En términos concretos el adulto emite juicios valorativos, logrando colocar bajo la lupa reflexiva sus propios pensamientos, creencias e interpretaciones. De igual manera hace con las interpretaciones realizadas por los demás considerándolas como relativas o particulares.
La persona maneja los símbolos de manera mucho más efectiva que en etapas anteriores logrando traducir los mismos en significaciones conceptuales concretas. De esta manera tiene lugar la desmitologización de creencias e interpretaciones. Por ejemplo, de cara a los rituales litúrgicos o símbolos religiosos se pregunta, ¿qué significado pueden tener?, en lugar de aceptar las interpretaciones ofrecidas tradicionalmente.
Al llegar a este punto las significaciones pueden traducirse en proposiciones, definiciones o fundamentos conceptuales. Estas pueden provocar una sensación de pérdida, dislocación, dolor e incluso de culpabilidad. En general es una etapa donde surge la desmitificación como producto del análisis crítico – personal que permite la otorgación de valores y significados a las experiencias de vida. La fuerza en esta etapa tiene que ver con la capacidad de reflexión crítica sobre la identidad, así como de los puntos de vista u ideologías defendidas por otras personas. El riesgo que se debe evitar es quedar entrampado en un narcicismo que lleve a considerar únicamente la cosmovisión propia como una realidad absoluta.
Punto clave: La persona supera los relativismos de los símbolos y sus interpretaciones. Se encamina a trascender sus propios valores y visión de mundo para reconocer el valor de la existencia de otras creencias y verdades.
Esta etapa usualmente tiene lugar en la adultez media hacia la adultez tardía. Es una etapa compleja que requiere de mucha reflexión. Las operaciones formales descritas por Piaget alcanzan un desarrollo que permite el fluir de un pensamiento que va más allá de la lógica dicotómica. El pensamiento es influenciado por un estilo dialéctico o dialógico y por la autocrítica. Se presenta una fe que logra conjugar las creencias propias y la visión que tiene la persona de sí misma y del entorno social con las reflexiones críticas que no se materializaron completamente en la etapa anterior. Fowler explica que es una etapa donde se desarrolla una “segunda ingenuidad”, concepto tomado del filósofo Paul Ricoeur, en la cual se consolidan las capacidades para procesar símbolos y crear significados conceptuales. Esto impulsa a una recuperación y reelaboración del pasado de la persona. Aflora una apertura introspectiva que conduce al reconocimiento y a la mirada crítica de los mitos sociales, la elaboración de imágenes ideales y la presencia de prejuicios construidos por medio de la interacción con una clase social en particular, tradición religiosa, grupo étnico, entre otros.
La persona en esta etapa comienza a generar y a mantener una apertura hacia el reconocimiento de las verdades o creencias de otras personas o grupos aun cuando disten de las suyas. En otras palabras, la persona comienza a trascender más allá de sus propias creencias y cosmovisión mientras reconoce y respeta la existencia de otros sistemas de valores sociales o religiosos. De esta manera se expone a una tensión paradójica que le invita a reflexionar de manera crítica acerca de lo que cree y lo que descartó en la etapa anterior. Tiene lugar una reflexión profunda que le lleva a considerar la verdad como una experiencia multifactorial. Esto hace que la persona se encuentre preparada para acercarse a lo que entiende es diferente y amenazante para su visión de mundo. De esta manera es capaz de reconocer nuevas profundidades de experiencias espirituales y revelación religiosa. En otras palabras, la reflexión que nutre la fe se enfrenta a la toma de conciencia que reconoce que se vive en un mundo que admite la existencia de la pluralidad de sistemas de valores, significaciones y perspectivas. De este modo la persona experimenta una tensión crítica que reconoce la riqueza y el valor de otras creencias sin negar la suya propia.
La persona en esta etapa se inclina mucho más por comprender que por explicar o defender tajantemente un solo punto de vista. Ahora logra entender que no tiene en sus manos encerrada una verdad única. Esto le conduce al poder del diálogo, el valor del respeto y la necesidad de la mutualidad.
La persona va comprendiendo el poder de los símbolos y las metáforas propias del lenguaje como instrumento para acercarse a la verdad, pero de una maneja incompleta. A estas alturas nunca se vuelve a entender los signos o símbolos en forma literal. Más bien, se comprenden como lo que son, interpretaciones metafóricas de una realidad. A su vez se reconoce que los significados adoptados son aprehensiones relativas, parciales e inevitablemente distorsionantes de la realidad trascendente. Así que la desmitologización comenzada en la etapa anterior adquiere una nueva función. No solo es desenmascarar las interpretaciones de los símbolos sino encauzar el flujo de nuevas significaciones e interpretaciones.
Un logro significativo en esta etapa es la adopción de un sentido de justicia que trasciende las ataduras sectarias. Explica Fowler quela fuerza de esta etapa proviene del surgimiento de la imaginación irónica que impulsa la capacidad de entender los significados simbólicos fijados por la propia persona o por un grupo social en particular. Advierte Fowler que el entrampamiento aquí radica en el surgimiento de una pasividad o inacción paralizante, que permita la complacencia o la retirada cínica. Ahora bien, la integración radical de un mundo sin transformar y la visión utópica transformadora de un mundo mejor serán resueltas en la próxima etapa.
Puntos claves: La persona manifiesta un compromiso inequívoco con el establecimiento de la verdad y la justicia cuyo liderazgo y motivación le lleva a enfrentarse a los sistemas que obstaculizan la inclusividad y la libertad.
Esta última etapa es alcanzada por un reducido grupo de personas. Así que rara vez nos topamos con una de ellas. Esto obliga a Fowler a ir más allá de una categorización como ha hecho para describir las etapas anteriores. En su lugar se dedica a precisar el lugar que el ser humano es capaz de alcanzar al desarrollar a su máximo la fe. En esta etapa la persona trasciende a las paradojas de la etapa anterior adquiriendo conciencia de un ideal que beneficie a la humanidad. Esto se logra por medio de la superación total de cualquier rasgo de egocentrismo. La persona es capaz de anteponer hasta su propia seguridad en favor de los ideales que defiende en beneficio de toda la humanidad. Dicho de otra manera, asume el riesgo de los ideales por los que lucha.
Debido a la dificultad de encontrar un grupo de personas que permita el estudio crítico de sus hábitos, conductas y visiones, Fowler opta por hacer una descripción basada en una perspectiva teológica y escatológica y en el estudio de la biografía de personajes a nivel mundial pasados y presentes que identifica como figurativos de la fe universalizadora. Son personas cuyas visiones y liderazgo han impactado a la humanidad de forma positiva aun pensando en sus propios beneficios. Fowler considera como representativos de etapa a figuras de reconocimiento mundial como Jesús de Nazaret, Mahatma Gandhi, el reverendo Martín Luther King, Jr., Madre Teresa de Calcuta, el pastor luterano Dietrich Bonhoeffer, el ex Secretario General de la ONU Dag Hammarskjöld, el rabino Abraham Heschel y el escritor católico Thomás Merton.
Fowler clarifica que al llegar a esta etapa no implica que estas personas sean perfectas o hayan alcanzado la plenitud de la «autorrealización» tal y como es entendida en las teorías de Abraham Maslow o Carl Rogers. Señala que son personas conscientes de sus debilidades y limitaciones, pero cuyo compromiso y liderazgo son puestos al servicio de Dios y al reclamo de la historia. Simplemente es capaz de trascender a sus propios intereses para pensar en el bien común.
La persona en esta etapa es capaz de empeñar su vida enfrentando los problemas y los conflictos que promulgan la desigualdad y la injusticia social. Así que ama la vida, pero es capaz de exponerla ante el reclamo histórico en favor del bienestar común. En general es una persona que manifiesta un compromiso inequívoco con el establecimiento de la verdad y la justicia cuyo liderazgo y motivación le lleva a enfrentarse a los sistemas que obstaculizan la inclusividad y la libertad. Así que en cada acción está consciente que algo se pierde o se gana.
Ha sido nuestro interés presentar un resumen en español de la teoría desarrollada por James W. Fowler para propósitos educativos. Debemos recordar que como toda teoría las líneas explicativas están basadas en las investigaciones del autor en su intento de elaborar un entendimiento general del comportamiento humano, en esta ocasión estudiando el desarrollo de la fe humana. Nuevamente hay que hacer énfasis de que esta teoría no es una que trabaja la espiritualidad. Tampoco se circunscribe únicamente a la fe cristiana. Se estudia la fe como un aspecto inherente de la especie humana. Aun con las limitaciones que podamos señalar, los trabajos de Fowler nos permiten comprender cómo se va dando el desarrollo de la fe en el ser humano sintetizadas en etapas. Nuestra invitación es a valorar su riqueza y a continuar surcando nuevos caminos para continuar con estos estudios desde nuestros escenarios educativos y eclesiales.
[1] Diane E. Papalia, Sally Wendkos Olds y Ruth Dustin Feldman, Desarrollo Humano, 11ma ed., México, McGraw-Hill Interamericana Editores, 2010, p. 4.
[2] James W. Fowler & Mary Lynn Dell (2006), “Stages of Faith: From Infancy Through Adolescence: Reflections on Three Decades of Faith Development Theory”, in E. C. Roehlkepartain, P. E. King, L. Wagener, & P. L. Benson (Eds.), The handbook of spiritual development in childhood and adolescence, Sage Publications, Inc., California, USA, pp. 34-45.
[3] James W. Fowler, Stages of Faith. The Psychology of Human Development and the Quest for Meaning, Harper Collins Publishers, New York, USA, 1995, pp., 133-134.
[4] Ibid., pp. 149-150.
[5] Ibid., 172-173.
[6] Ibid., 180-183.
[7] Ibid., 185-187, 197-198.
[8] Ibid., 200-203