Metas y Propósitos de la Educación Cristiana

Metas y Propósitos de la Educación Cristiana

 Dr. Juan R. Mejías Ortiz

          Desde los inicios de la civilización la educación ha desempeñado un papel dominante en la construcción social. Las sociedades han utilizado la educación como herramienta para la transmisión o adelanto de la cultura, la enseñanza de los patrones de conductas aceptables, y la inculcación de conocimiento, valores, destrezas y actitudes, por medio de instituciones que han sido creadas con ese fin[1]. En los albores del tercer milenio continúa el mismo fenómeno social.

          La educación cristiana no excluye estas intenciones sociales, pero va más allá. En general, la educación cristiana está más ligada a la formación integral del creyente, a la instrucción catequética y al crecimiento espiritual del ser hueducacion-docentesmano, para que se manifieste una fe comunitaria que transforme, a su vez, a la sociedad. Esto es el discipulado. El discipulado evangélico hace al educando y a la educanda consciente del amor de Dios. Esta verdad teológica le conduce a experimentar la proximidad del más cercano a través de la incursión y de la solidaridad social.

          Una iglesia saludable es una iglesia que educa a la luz de las Sagradas Escrituras. Consecuente a esta intención, la iglesia invierte sus mejores recursos y esfuerzos para alcanzar esta hermosa aspiración eclesial. El riesgo de enseñar y aprender el Evangelio de forma correcta es la transformación social y, sobre todo, el goce pleno de la libertad en Cristo Jesús.

          Una vez entendido que el papel constructivo de la educación cristiana pone mayor interés en los aspectos instructivos del carácter creyente que en la ganancia numérica de adeptos, estamos obligados a explorar el concepto. Para entender su significado tomaré prestado la siguiente definición esbozada por el Dr. Robert Pazmiño (2002).

La educación cristiana consiste en el esfuerzo divino-humano deliberado [unión de la intención-intervención divina y la responsabilidad humana], sistemático y continuo de comunicar o apropiarse del conocimiento [enfoque constructivista de la educación], valores, actitudes, habilidades, sensibilidad y el comportamiento que constituye o son consistentes con la fe cristiana. Las palabras entre corchetes son mías.

  Así entendida, la educación cristiana:

Apoya el cambio, la renovación y la reforma de personas, grupos y estructuras [eclesiales] por el poder del Espíritu Santo para conformarse a la voluntad revelada por Dios tal y como se expresa en el Antiguo Testamento y Nuevo Testamento preponderadamente en la persona de Jesucristo, así como en los resultados de ese esfuerzo. (Pazmiño 2002)

 Meta de la educación cristiana

          El testimonio de la teología paulina ofrece una dirección clara acerca de las metas de la educación cristiana. En este artículo se privilegia dos textos de la tradición paulina. El pasaje de Romanos 12:2, parte del escrito redactado por el propio apóstol Pablo cerca del año 57/58 d.C., nos presenta los siguientes principios pedagógicos:

  • La vida cristiana debe ser vivida para Dios. Una existencia que honra a Dios se sostiene en el amor, la humildad y el compromiso por el bienestar común; a su vez, descarta los valores mundanos que acentúan el odio, la arrogancia y la intolerancia.

  • La intervención del Espíritu de Dios provoca en las personas cambios en la manera de ser y de pensar. Así, pues, la transformación o la metamorfosis es más que un simple cambio exterior. Más bien, el apóstol hace alusión al cambio interior del ser humano provocado por el encuentro con Dios.

  • Ambas, la vida para Dios y la metamorphosis interna, son las vías más seguras para conocer lo que Dios quiere.

          Consecuente con el libro de Romanos, los discípulos más cercanos del apóstol, al redactar la epístola a los Efesios, ponen de manifiesto las metas de la educación cristiana. El producto de la pedagogía eclesial debe suscitar el perfeccionamiento de los santos para la obra del ministerio, la edificación del cuerpo de Cristo, la unidad de la fe y el conocimiento del Hijo de Dios (Ef. 4:12-13).

 Principios rectores de la educación cristiana

          De ahí que podemos dar un salto cualitativo para tratar de establecer tres principios rectores que sustenten la comprensión de la función de la educación cristiana:

  1. Todo y toda participante de la escuela bíblica tiene derecho a una educación integral, innovadora y auténtica que propenda al pleno desarrollo y respeto de sus capacidades psicológicas, motoras, emocionales, morales y espirituales.

  2. Una aproximación a la educación cristiana encuentra su raíz en la revelación de Dios, centrada en la persona de su hijo Jesucristo y su enseñanza acerca del Reino de Dios, consecuente con el testimonio de las Sagradas Escrituras Cristiana, y la iluminación del Espíritu Santo.

  3. Los esfuerzos curriculares y metodológicos, ese currículo operacional que se da en las aulas, debe motivar, inspirar y ser fuente que haga brotar la alegría del Evangelio. En ocasiones, en los escenarios formativos cristianos predomina un clima educativo lúgubre, en lugar de la alegría por aprender. El papa Francisco I, en su primera exhortación apostólica Evangelii Gaudium, invita elocuentemente a la afirmación y celebración de la alegría del Evangelio, que llena la vida de los seguidores de Jesús, impulsa a la Iglesia a salir a anunciar las buenas nuevas a todos, sin acepción de personas.

          Más sencillo, una educación cristiana auténtica tiene lugar cuando se es consciente (1) del respeto hacia la dignidad del ser humano; (2) en la afirmación y experiencia de la acción Trinitaria en la pedagogía eclesial; (3) en fomentar la alegría y el disfrute del Santo Evangelio.

Propósitos de la Educación Cristiana

          Entonces, ¿cuáles deben ser los caminos por los que debe transitar la educación cristiana, por ende la escuela bíblica?, ¿Hacia cuál dirección nos debemos mover?, ¿Cuáles son los elementos distintivos de la educación cristiana y de la escuela bíblica que nos guían en el crecimiento eclesial? Thomas Groome plantea que la educación religiosa (cristiana) tiene tres propósitos fundamentales:

  • Educar para afirmar los valores del reino de Dios.
  • Educar para nutrir la fe.
  • Educar para vivir la libertad.

Y, respetuosamente, le añado un cuarto propósito.

  • Educar para vivir y disfrutar la alegría del Evangelio en comunidad.

 Exploremos cada una de estas enunciaciones con un poco de detenimiento.

  •  Educar para afirmar los valores del reino de Dios

          Tanto la persona de Jesús como su enseñanza acerca de los valores cardinales del reino de los cielos son objetos de estudio en la educación cristiana. O sea son su contenido. Pero, ¿qué significa el reino de Dios?, ¿cuál es su alcance?, ¿qué implicaciones tiene para la vida de cada creyente?

          El reino, centro del contenido de la predicación de Jesús, simboliza la presencia activa de Dios y su poder sobre, en y al final de la historia. Como símbolo comunitario transforma las circunstancias y trae al escenario un denuedo de esperanza y posibilidad para el corazón abatido y cansado. Para Xavier León-Dufour, el Reino de Dios, con su advenimiento proclama el fin del dominio de Satanás y de los poderes del pecado y de la muerte sobre los seres humanos.

          Una iglesia que crece saludablemente enseña a los feligreses a encarnar los valores del reino de Dios en cada acto personal y en cada gesto de afirmación comunitaria. Esto es lo que Efesios asevera con la expression, “perfeccionar a los santos para la obra del ministerio”. Esta perfección encuentra autenticidad en la imitación del modelaje de Jesús y en la confesión universal de la iglesia que le declara Señor y Cristo. 

  •  Educar para nutrir la fe

          La educación cristiana auténtica promueve la vida en la fe cristiana. Llegar al conocimiento del Hijo de Dios (Efesios 4:13) o conocer lo que Dios quiere (Romanos 12:2), se aprende, se enseña. Que mejor escenario para que ocurra el misterio del crecimiento espiritual de la iglesia que la escuela bíblica. Los elementos distintivos de esa enseñanza germinan en un proceso de formación. Produce la creencia, la convicción y el entendimiento de la obra de Dios. Ella ilumina y robustece la confianza en Dios. El estudio de las Sagradas Escrituras nutre la fe, la hace fuerte a tal magnitud que nos da las herramientas para enfrentar las pseudas-enseñanzas religiosas que denigran y laceran la dignidad del ser humano. Una fe bien nutrida abraza la confianza, que descansa en la fidelidad de Dios y en la gracia de su poder salvador, alumbrando el camino para hacer su voluntad, la plenitud del reino en medio nuestro.

  •  Educar para vivir la libertad

          La iglesia cristiana ha sido instituida para vivir, modelar, educar y propiciar la libertad. Esta cualidad humana se convierte en uno de los propósitos esenciales del proyecto pedagógico eclesial. Pero, sin un programa educativo sólido e integral, cuya aspiración sea el redescubrimiento de la condición de libertad, no aflora la conciencia de haber sido creado a imagen y semejanza divina. Dicha consideración etimológica debe dirigir al magisterio de la iglesia a reconocer que los procesos pedagógicos auspiciados por la educación cristiana deben fomentar escenarios educativos, en donde se propicie que el participante emplee sus funciones intelectuales con el fin de percibir, vivir y re-vivir la realidad de la libertad.

          El descubrimiento del valor superior de la libertad se alcanza por medio de experiencias de aprendizajes que inspiran al educando a valorar, sentir y anhelar la plena dimensión de esta condición humana. En la educación cristiana para la libertad y transformación creativa, se diseñan y aquilatan procesos pedagógicos genuinos que inspiran a los alumnos y a las alumnas a construir utopías y a soñar con una mejor sociedad y convertirse a su vez en mejores seguidores y seguidoras de Jesús. Esto es, permanecer en Cristo Jesús.

  •  Educar para vivir y disfrutar la alegría del Evangelio en comunidad

          Como hemos mencionado, una iglesia que crece celebra la vida y disfruta la alegría del Evangelio en comunidad. En el cuarto evangelio, Jesús en una oración intima al Padre, peticiona: A los que me has dado, guárdalos en tu nombre, para que sean uno, así como nosotros (Jn 17:11). De ahí que el esfuerzo constante de la educación cristiana afirma con mayor ahínco el aspecto comunitario sobre el desarrollo personal, énfasis de la educación secular.

          María Harris, en su clásico Constrúyeme un pueblo (Fashion me a people), apunta a la atención de la koinonia o el desarrollo de un currículo que enseñe a vivir en comunidad como punto inicial del ministerio educativo de la iglesia. La educadora indica que la iglesia está llamada a testificar consecuentemente su común-unidad y su común-unión. Esta comunidad es una comunidad celebrante, una comunidad que se acompaña y que disfruta la alegría del Evangelio, en especial en la liturgia y en la eucaristía.

Conclusión

          Hoy es un buen día para comenzar a desarrollar la conciencia de la radicalidad del llamado del testimonio bíblico-teológico en favor del adelanto de procesos pedagógicos más intencionales, más responsivos y más cónsonos con los propósitos de Dios. Esto es, el logro de una educación cristiana que atienda integralmente las necesidades de los educandos. Una educación cristiana que abra surcos para la conversión, para el despertar, para el volver en sí. Una iglesia que crece educa; y, educa a la luz de la verdad de un Dios que nos ama y nos invita a la vida en comunidad, a la alegría, al amor y a la esperanza.

 Referencias  Cáceres, J. (1991). Sociología y Educación. Rio Piedras, PR: Editorial UPR.

Francisco I. (2013). Evangelii Gaudium del Santo Padres Francisco a los Obispos, Presbíteros y Diáconos a las personas consagradas y a los fieles laicos sobre el anuncio del Evangelio en el mundo actual.  República Dominicana: Librería Paulinas.

Groome, T. H. (1999). Christian Religious Education: Sharing Our Story and Vision. USA: Jossey-Bass.

Harris, M. (1989). Fashion Me a People. Curriculum in the Church. Louisville, KY: Westminster John Knox Press.

León-Dufour, X. (1990). Vocabulario de Teología Bíblica. Barcelona, España: Editorial Herder.

Pazmiño, R. W. (2002). Principios y práctica de la educación cristiana. Una perspectiva evangélica. Oregon, EUA: Wipf and Stock Publishers.


[1] Cáceres (1991); Hernández (1994)