Reflexión pedagógica y pastoral de la obra Invitación a la Utopía del Dr. Juan José Tamayo

Reflexión pedagógica y pastoral de la obra Invitación a la Utopía del Dr. Juan José Tamayo

          La paz de Dios sea con todas y todos. Agradezco profundamente la oportunidad que me bridan mi compañera y compañeros de panel de comentar el libro la Invitación a la Utopía. Estudio histórico para tiempos de crisis[1]. Esta invitación cobra especial atención debido a la presencia del distinguido autor, el teólogo español Juan José Tamayo. Su presencia querido doctor Tamayo, por un lado reafirma el prestigio académico-teológico de nuestro Seminario en su esfuerzo y ensueño de fomentar el desarrollo del liderazgo pastoral, propiciar el crecimiento de la fe y procurar espacios como este para la reflexión teológica desde una perspectiva interdisciplinaria e interconfesional. Por otra parte, su accesibilidad y sencillez hacen de este encuentro más que una jornada para la reflexión teológica, más bien una noche de encuentro familiar para hablar de utopías, paralelo con el análisis de su extraordinario trabajo.

          Tan pronto recibí la invitación para comparecer a este foro, de manos del distinguido presidente Dr. Sergio Ojeda, me pregunté acerca de cuál sería mi participación en elutopia mismo. El sentarme al lado de mis profesores y profesora replantea para mí un desafío intelectual. Al final de la reflexión personal, sospeche que se deseaba escuchar el análisis de un pedagogo y de un pastor, cuya aspiración personal es conocer más de cerca la mejor manera de caminar con y junto al pueblo. Al fin de cuentas, me sentí motivado y honrado de participar por varias razones. Primero, como educador percibo que el vocablo utopía ha ido desapareciendo del lenguaje pedagógico. A su vez, en los últimos años su inclusión en el lenguaje eclesial ha sido limitada. Y, peor aún, casi inexistente en la pedagogía eclesial. Segundo, el tema central del libro, invita a considerar la misión del Seminario y su impacto en la sociedad puertorriqueña y latinoamericana actual. El insigne educador puertorriqueño Eugenio María de Hostos tratando el tema del fin de la pedagogía acuñó el término antropológico del “hombre (y mujer) completo” para explicar la magnitud del impacto social al que debe aspirar todo proceso educativo. Para Hostos este ideal es parte de su utopía pedagógica. Utilizando prestado por un momento el lenguaje hostosiano, cabe preguntar acerca de la utilización de las herramientas teológicas y pedagógicas para desarrollar nuestro propio ideario antropológico acerca de la formación intelectual, moral y espiritual de los pastores y pastoras de este suelo borincano,  ideal que le te atañe a la visión y misión del Seminario Evangélico de Puerto Rico. Es menester que podamos soñar también con la formación de esa  “cristiana y ese cristiano completo”.

          Al transitar por las casi 300 páginas de la obra, el Dr. Tamayo nos va guiando magistralmente por el sendero de la compresión del concepto utopía, por medio de una lectura que resulta ser compleja, valiosa y altamente desafiante. La primera gran enseñanza que se sustrae del texto recoge la comprensión de la utopía como una capacidad inherente al ser humano. El transcurso evolutivo de la historia humana quedaría trunca e incompleta sin la capacidad del ser humano de construir y re-construir utopías. Sin ella, como civilización, quedaríamos atrapados imposibilitando el adelanto social, cultural, científico, teológico, entre otros campos del quehacer humano. En fin, nuestras construcciones utópicas nos encausan hacia el logro constante de una mejor sociedad. De esta manera, las construcciones utópicas, por un lado marcan el camino por donde seguir; y por otro, desenmascaran los poderes que limitan el sano desarrollo social.

          Esta nueva obra de Tamayo, como bien deja saber su título, invita al lector al estudio meticuloso del concepto utopía. El texto está compuesto por cinco capítulos bien amarrados e integrados los unos con los otros. Sin embargo, aquí presentaré varias paradas que hice en mi viaje por sus luminosas páginas.

          La primera parada tuvo lugar en el transitar por la memoria histórica para descubrir la evolución del estudio del tema desde los tiempos de la academia griega, en particular los trabajos de Platón en su célebre obra La República y de Aristóteles en la Política[2]. Prosigue el autor revisando las construcciones utópicas de la Edad Media, a partir de las interpretaciones del Apocalipsis del obispo Ireneo de Lyon y la Ciudad de Dios de San Agustín, cuya esperanza radica en la aparición definitiva, al final de la historia, de la comunidad de los santos[3]. Se incluye en el recorrido histórico del concepto utopía el periodo medieval con el surgimiento de las propuestas teológicas de Joaquín De Fiore acerca de la existencia de los tres tiempos de la historia de la salvación: Tiempo del Padre, Tiempo del Hijo y Tiempo del Espíritu Santo[4]. Para De Fiore, el tiempo del Espíritu, es a su vez, tiempo de la gracia, de perfección del saber, de la libertad y del amor que rompe con los sistemas opresores que acentúan la Ley, la servidumbre, el temor y la oscuridad. Tema de lectura obligada para los aquí presentes, es el análisis que hace el Dr. Tamayo de la concepción del entendimiento de la escatología del movimiento anabaptista en tiempos de la Reforma, en especial en la figura de Thomas Müntzer[5]. No se puede obviar el magistral análisis que se presenta de las utopías marxistas, socialistas y feministas. Esta última la abordaré más adelante.

          Una obra que trate el tema de la utopía sin la atención minuciosa de la obra Utopía de Tomás Moro está inclusa. Ante el reto, Tamayo responde indicando “La Utopía (refiriéndose al título de la obra) de Moro es considerada, y con razón, uno de los más poderosos símbolos a través del cual el ser humano expresa su esperanza en el futuro. A Moro le corresponde el mérito de haber dado forma literaria al rico mundo de lo utópico, tan presente en la intelectualidad europea del Renacimiento.”[6]

          El punto climático de mi lectura del fluir del pensamiento de Tamayo estuvo presente en una segunda parada en el tercer capítulo La utopía en la Biblia y en la reflexión teológica. Leyendo con cuidado el texto, redescubro el emerger de las tres utopías más hermosas, tanto de la Biblia como de la historia humana en general.

  • Primero, el ideario utópico de Jesús acerca del Reino de Dios. El advenimiento del reino y su justicia transforman las circunstancias opresoras y trae al escenario de vida del ser humano un denuedo de esperanza que alienta el corazón abatido y cansado. El reino predicado por Jesús, anuncia que el tiempo de este mundo y sus estructuras de opresión ha transcurrido y que la soberanía de los poderes demoniacos que mancillan y laceran la dignidad humana ha llegado a su culminación. El reino de Jesús rompe con las consideraciones socioculturales que inhiben el fluir del don libertad otorgada por Dios.
  • Segundo, la celebración sociocultural y litúrgica hebrea del descanso sabático en sus tres principales manifestaciones[7]: el Sabbat,  el séptimo año y el Año Jubilar y. La observación del Sabbat, ordenada por Dios al vidente, presenta una estructura alterna que garantiza el descanso de los afanes cotidianos cada séptimo día (Ex. 23, 12; 31:12-17). Por su parte, con el jubileo cada séptimo año, emerge un sistema que ordena la liberación de los esclavos. Así, pues, se rompe con el despotismo y el abuso contra el proletariado. De este modo quedan limitados los intereses capitalistas de los ricos y de los burgueses. Surge una estructura social alterna donde se ampara al pobre. Incluso en el año jubilar se da descanso a la tierra (Ex.23:10-11; Lv. 25:1-7). Quien aprende a valorar la tierra respeta la dignidad humana. Finalmente, en el quincuagésimo año, el Año Jubilar (Lv. 25:8-18), se invierten los contratos de arrendamiento y se invalidan las usuras al celebrar la remisión de deudas.
  • Tercero, y acentúo deliberativamente, la utopía de igualdad de género (mujer y hombre)[8]. Esta hermosa utopía rechaza de plano, tanto en siglos pasados como en la actualidad, la justificación social, científica, bíblica, teológica y eclesial (doctrinal) que plantea una antropología desde la superioridad del varón sobre la mujer y viceversa. De ahí, el acercamiento de Tamayo a las figuras heroicas matriarcales de Israel como Agar y su acto de revelación en contra de un sistema que le cosificaba y denigraba su dignidad, siendo considerada como un objeto. Coincido con usted, querido doctor al afirmar que la huida de Agar, ese acto rebelde, le redime, ya que va en desfavor de un quehacer comunitario que define su identidad como esclava, extranjera y propiedad de la señora. De esta lectura aprendemos que es menester de los métodos exegéticos y hermenéuticas contemporáneas reconocer y valorar la aportación de la mujer a la formación nacional. De este modo Miriam, libertadora hermana de Moisés y Aarón, con su arte pedagógico utiliza el cántico para preservar la memoria nacional en el cruce del Mar Rojo (Ex. 15:20-21). Débora (Josué 4-5:16) y Hulda (2 Re. 22:14-20), profetizas de Dios, desenmascaran con sus denuncias las estructuras sociales que mancillan la dignidad de los marginados y que colocan a Israel en contención con Dios, provocando el desastre nacional. De igual importancia, mujeres como Ana (1 Sam. 2:1-10), Elizabeth y María (Lc. 1:46-56) revelan para la posteridad al Dios que atiende a los más débiles y levanta del polvo a los pobres, anunciando la llegada del tiempo de gozo, quebrando las cadenas que estigmatizan al ser humano.

          Es de gran provecho reconocer que el regalo del testimonio de la resurrección es otorgado a las mujeres debido a su disponibilidad y fidelidad en la proclamación de las nuevas del evangelio de Jesucristo. Me resulta altamente interesante el pasaje de los caminantes recogido en el evangelio de Lucas (Lc. 24:13-35), en donde al final del encuentro eucarístico con Jesús, los caminantes de Emaús vuelven a Jerusalén a toda prisa para celebrar lo que las mujeres previamente habían testificado y anunciado, la resurrección del Señor.

          El problema no son las acciones de estas mujeres que supieron rebelarse contra el sistema hermenéutico sociocultural opresor. La dificultad, querido doctor Tamayo, está en el empeño o en lenguaje puertorriqueño “el pataleo hermenéutico y homilético” que se da desde nuestras plataformas eclesiales para impedir el reconocimiento de la contribución de la mujer, y por ende, el fluir de su continua tarea en favor de una iglesia más responsiva a los valores del Reino. Acentúo en la utopía de igualdad de la mujer y del hombre ya que considero que las pautas hermenéuticas empleadas son perfectamente aplicables a otras utopías sociales y políticas[9].

          La lectura de la obra se hace desde dos plataformas interconectadas: la línea de pensamiento del Dr. Juan José Tamayo y la del propio lector. Lo que deseo plantear es que sencillamente la lectura del libro no concluye sino revisamos nuestras propias propuestas utópicas que pueden honrar el don de la libertad humana o por el contrario subyugan su plena manifestación.

          El disfrute de la obra Invitación a la utopía, incita al despertar de la conciencia de quienes somos; o sea, la afirmación de la identidad. Como pueblo puertorriqueño nos enfrentamos a dos contrautopías o distopías que laceran de forma drástica nuestra identidad nacional. La contrautopía dominante en nuestro suelo borincano, por virtud de factores míticos, insta al rompimiento de la hermandad con los pueblos latinoamericanos. Así, pues, en su confusión de identidad este pueblo que tanto amo se define como anglosajón, norteño y pragmático. De ahí la negación de lo que realmente somos caribeños, y más que caribeños, afrocaribeños y antillanos, hermanados por nuestra historia con países como Cuba y República Dominicana. El padre de la patria, Ramón Emeterio Betances nos enseñó a soñar con la Confederación Antillana que afirma la unidad, bajo el ideal de libertad de los pueblos antillanos.

           La segunda contrautopía dominante se hace escuchar desde nuestras plataformas eclesiales. Esta contrautopía silente, astutamente disfrazada ve a los que hablamos de libertad, opresión, liberación, amor a la patria, paz, misericordia y diálogo como enemigos de la fe y por ende lejanos de Dios y de su iglesia. Ante eso, hemos aprendido a lidiar con los epítetos que nos lanzan por afirmar el poder emancipatorio de la justicia divina. Además, se nos acusa de participar en revueltas sociales, que según ellos nada abona al saludable desarrollo del país. Sin embargo, nuestra utopía de un mejor país nos guía a marchar en favor de la solidaridad y justicia con los oprimidos. Por tal motivo, caminamos juntos a los maestros y maestras del país en sus denuncias y exigencias al gobierno en favor de garantizar la seguridad de su Sistema de Retiro, de la misma manera que marchamos con los obreros cesanteados hace un tiempo atrás.

          Una mirada profunda al país descubre que las contrautopías dominantes han fomentado una estructura nacional en donde la brecha entre los pocos que se adueñan de las riquezas de la nación y los pobres se distancian más cada día. En desfavor de esa realidad debe responder nuestras construcciones utópicas.

          Finalmente, la lectura de esta obra nos advierte que no podemos legitimar las estructuras opresoras disfrazadas de propuestas teológicas. Además, insta a la acción impostergable. Un mejor Puerto Rico es posible. Luchemos para devolverle el alma a nuestra nación y restaurar la esperanza en especial en las generaciones más jóvenes. Hoy nos enfrentamos a un mundo arrestado por el miedo. Ese miedo se matiza en la individualidad, se acentúa con fuerza un anacoretismo social. Como bien apunta Erich Fromm, la sociedad postmoderna tiene miedo a la libertad. De este modo se experimenta el retroceso del proyecto emancipador de Dios. Como sociedad, como iglesia vamos en dirección contraria, en vez de Horeb a la tierra que fluye leche y miel, vamos de Horeb a Egipto. En este sentido están por vencer los exponentes de la contrautopía. Ese miedo se denota en una sociedad erigida en la desconfianza e inseguridad. De ahí la urgencia del llamado inequívoco a retomar la utopía de Jesús. En palabras del papa Francisco I[10], es urgente el llamado para vivir y re-vivir la alegría del evangelio.

          En su libro, el Dr. Juan José Tamayo reconoce y describe, con magistral capacidad y como ya nos tiene acostumbrado, la presencia histórica de los constructores utópicos de quienes sostienen que un mundo mejor es posible. Implica el análisis concienzudo de nuestras utopías y el empeño por vivirlas y hacerlas real. Encerrados en nuestras parroquias, presos de nuestros propios procesos eclesiales mengua la capacidad de construir utopías esperanzadoras. Es junto al pueblo, enfatizando en lo valioso de lo humano, donde emerge la esperanza. Así es necesario re-experimentar el arder de la zarza que nos comisiona ir a Egipto para proclamar libertad. Basta ya de la docilidad que nos amarra. Basta de alimentar con nuestros miedos y de engordar con nuestras indiferencias, (en lenguaje confesional) los poderes demoniacos que roban el alma de nuestra juventud. Les invito a la reflexión del contenido curricular de nuestros sermones y de las imágenes de Dios con que educamos al pueblo.

          En su cuento La receta del curioso nuestro más prestigioso cuentista Don Abelardo Díaz Alfaro recoge la vivencia de cómo una mujer pobre, cuyo marido está muriendo pone su último suspiro de esperanza en una receta de la botánica del pueblo. Cuando Díaz Alfaro, en su rol de Trabajador Social, le instruyó acerca de la falsedad de la receta, recibe de uno de sus compañeros, una advertencia que llevo anclada en mi corazón y dirige todo mi quehacer pastoral: Nunca mates la flor de la esperanza, cuando de la vida sólo quedan ruinas.

         tamayo Concluyo, sosteniendo que anclados en la libertad del evangelio podemos construir una mejor nación puertorriqueña. De lo contrario, el próximo año estaremos aquí nuevamente hablando de utopías. Si este espacio y la lectura de esta maravillosa obra son para hablar nada más entraríamos en el riesgo de perder el tiempo. Construyamos utopías sanadoras. Un mejor país es posible. Dios les bendiga.

Con gran respeto y profunda admiración,

 

Juan R. Mejías Ortiz

Seminario Evangélico de Puerto Rico

23 de enero de 2014

 

[1]Juan José Tamayo, Invitación a la utopía. Estudio para tiempos de crisis. (Madrid, España: Editorial Trotta, 2012).

[2] Tamayo, 29-36.

[3] Ibíd., 36-45.

[4] Ibíd., 45-64.

[5] Ibíd., 64-70

[6] Ibíd., 79

[7] Ibíd., 185-186

[8] Ibíd., 119-133, 186-188

[9] No implica una aceptación o defensa del libertinaje actual sino una llamado a optar por la justicia del Reino en favor de los pobres y marginados.

[10]Francisco I, Evangelli Gaudium, 2013

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