Pastor Dr. Juan R. Mejías Ortiz
Dr. Juan R. Mejías Ortiz
Introducción
Estamos próximos a celebrar 501 años de la hazaña luterana que da origen a la Reforma Protestante del siglo XVI. Sin lugar a duda, la Reforma fue un suceso religioso, político y social que redirigió el rumbo de la historia occidental. Las aportaciones de este movimiento religioso son vastas. Aunque comenzó con el deseo de disipar la oscuridad en la que se encontraba inmersa la iglesia, su impacto se vertió en otras áreas del quehacer humano como la teología, la política, la economía, la pedagogía, el idioma, la función del estado, la valorización de la mujer, el rol de la familia, el civismo, entre otros. En cuanto a nosotros como «Discípulos de Cristo» quedamos indisolublemente marcados por la Reforma de tal manera que su herencia fluye por todo el torrente sanguíneo de nuestra denominación siendo parte de nuestros genes institucionales.
Recuento histórico de la reforma alemana
Como hemos mencionado, el impacto de la Reforma Protestante sigue fluyendo a lo largo de la historia occidental. Aunque la mayoría de las personas se refieren al evento en forma singular, lo cierto es que nunca hubo una sola reforma. Lo correcto es referirse a los movimientos de reformas religiosas acontecidas en el siglo XVI, que tuvieron lugar en Alemania, Suiza, Inglaterra, Escocia, Hungría, entre otros lugares. Para los efectos de este artículo centraremos la atención en los eventos acontecidos en Alemania. Les invito a explorar sucintamente lo que a mi parecer son las tres contribuciones que dan forma a la espiritualidad de la reforma impulsada por Lutero. Esto nos obligará a realizar una mirada antropológica, hermenéutica y ministerial a los esquemas teológicos elaborados en la Reforma.
Unos pocos datos serán suficientes para ubicarnos en el contexto histórico y social que rodeó la reforma luterana. En primer lugar, los conflictos geopolíticos, la inestabilidad económica y la intromisión de la iglesia en la lucha por el poder arrastraron a toda la Europa de inicios del siglo XVI a una situación volátil. En cuanto a la iglesia, el afán por obtener nuevos ingresos para la expansión de su cede, en especial la construcción de la Basílica de San Pedro y para costear las maniobras políticas papales les condujo a imponer a los fieles una carga económica insostenible mientras implantaba un sistema de venta de indulgencias. La venta de indulgencias consistía en un indulto que el fiel adquiría con miras de eximirse del sufrimiento de la pena temporal o el purgatorio. En medio de esa ebullición política y religiosa surge la voz de Martin Lutero en contra del atropello eclesial.
Lutero, tras abandonar los estudios en derecho, decidió dedicarse a la vida religiosa, ingresando al monasterio de los padres agustinos. En 1512, consigue graduarse como doctor en teología. Inmediatamente ejerce la docencia como profesor en la Universidad de Wittenberg, Alemania. Allí inició el ejercicio de la cátedra enseñando los Salmos y otros libros adjudicados a la tradición paulina, como Romanos, Gálatas, Hebreos (hoy sabemos que no es parte del corpus paulino) y Tito. No abundaremos en el perfil psicológico del monje agustino, lo único importante en este momento es destacar que la búsqueda por un alivio psicológico y espiritual hizo que se refugiara en la lectura de los escritos patrísticos, en especial San Agustín y en el estudio del texto bíblico dando preferencia al libro de Romanos. A esta altura comienza a defender su doctrina de la justificación por la fe como una manifestación del don de Dios por medio de la obra de Cristo Jesús que tiene lugar sin la intervención humana. Inspirado en sus conclusiones bíblicas y teológicas redacta una serie de convicciones a las que denominó tesis. Hay que señalar que sus primeras tesis no tuvieron impacto más allá de la discusión académica, pero la historia le tenía un espacio guardado.
El 31 de octubre de 1517, decide clavar sus famosas 95 tesis en las puertas de la catedral del castillo de Wittenberg en Alemania. En ellas Lutero deja claramente establecido que «el verdadero tesoro de la iglesia es el sacrosanto evangelio de la gloria y de la gracia de Dios» (Tesis 62). Dicha acción suscitó una cadena de conflictos que desembocó en su eventual excomulgación de la iglesia en manos del papa León X. Lutero fue acusado de elaborar públicamente argumentos teológicos ajenos a la doctrina de la iglesia. El 17 de abril de 1521, es citado a comparecer ante la Dieta del Sacro Imperio reunida en Worms, Alemania. Allí, ante la presencia del emperador Carlos V es confrontado con sus publicaciones. Cuando se le otorgó la oportunidad para que se retractará de sus enseñanzas, refugiándose en la autoridad de las Sagradas Escrituras, se negó a hacerlo. Las palabras pronunciadas por Lutero delante de sus acusadores todavía resuenan por toda la historia de la iglesia occidental.
«A menos que sea convencido por el testimonio de las Escrituras o por la claridad de la razón (ya que no confío únicamente en el Papa ni en los concilios, pues es bien conocido que ellos han errado y se han contradicho), yo estoy obligado a las Escrituras a las que he hecho referencia, y mi conciencia es cautiva de las Palabras de Dios. No puedo ni quiero retractarme de nada, ya que no es seguro ni correcto ir en contra de la conciencia. Que Dios me ayude. Amén» (Conmemoración Conjunta Luterano-Católico Romana de la Reforma en el 2017).
Tanto los escritos de Lutero como sus predicaciones fueron construyendo un andamiaje teológico que más adelante evidenciará la espiritualidad de la Reforma. De esta manera florecen tres principios fundamentales: la reelaboración de la antropología cristiana, la autoridad de las Sagradas Escrituras y la doctrina del Sacerdocio universal del creyente. Cada una resume la cuestiones soteriológicas, hermenéuticas y ministeriales de la teología de Lutero.
Reelaboración de la antropología cristiana: Una mirada soteriológica de la obra de Dios
El redescubrimiento de la doctrina de la justificación por la fe es el mayor legado del pensamiento de Lutero. Este concepto obliga a nuevas formas de entender al ser humano y su relación con Dios. En su obra, Lutero excava nuevamente en la historia de la teología hasta toparse con el concepto doctrinal paulino de la salvación como gracia de Dios manifestada por medio de la fe de Jesucristo. El estudio de la epístola a los Romanos se convierte para el reformador en una crisálida que le permite superar su limitada visión de un Dios vengativo y ajusticiador para encontrarse con la hermosura de Su amor manifestado en la obra de Cristo Jesús. En Romanos lee:
«Por lo tanto, ya que fuimos declarados justos a los ojos de Dios por medio de la fe, tenemos paz con Dios gracias a lo que Jesucristo nuestro Señor hizo por nosotros. Debido a nuestra fe, Cristo nos hizo entrar en este lugar de privilegio inmerecido en el cual ahora permanecemos, y esperamos con confianza y alegría participar de la gloria de Dios» (Ro 5.1-2, NTV).
Sus hallazgos y conclusiones teológicas provocan una redefinición de la antropología cristiana. Lutero nos acerca nuevamente al cristianismo de Pablo. Sencillamente, somos considerados una «existencia justificada por la gracia de Dios». En términos generales, seguimos siendo pecadores, pero justificados solamente por la gracia de Dios, Sola gratia. Esto se logra mediante la acción fecunda de Dios que libera al ser humano de sus ataduras. La Reforma auspicia la adopción de un nuevo lente que permite entender el problema del pecado. No hay otra manera de explicar la nueva vida que Dios nos ofrece en Cristo, que entendiendo que solo por medio de la obra de su Hijo Amado, Solus Christus, somos justificados para con Él. Así que solamente la gracia es el vínculo que nos puede salvar por medio de la fe. Ninguna obra o acción humana es requerida para la salvación, solo la fe de Jesucristo es suficiente, Sola fide, contrario a esto, dejaría de ser gracia. Ante esto el reformador alemán señala:
«Tocante a esto deberá tenerse muy en cuenta, sin olvidarlo nunca, que la fe sola, sin obras, justifica, liberta y salva (VIII)… En esto consiste la libertad cristiana: en la fe única que no nos convierte en ociosos o malhechores, sino antes bien en hombres [seres humanos] que no necesitan obra alguna para obtener la justificación y salvación. (X)» (La libertad cristiana, 1520).
Ahora podemos disfrutar de una teología sana que ubica la salvación como una dádiva de Dios. La pura gracia de Dios hace innecesaria cualquier práctica de penitencia o compra de indulgencias para obtener el perdón de pecados. Somos justificados gratuitamente. La fe nos une a Dios. Lutero nos enseña que Cristo fertiliza la vida del ser humano con la gracia, la justicia y el amor de Dios. ¿Por qué hoy en día las tradiciones eclesiales continúan añadiendo cargas emocionales al pueblo que ya ha sido libertado por Cristo Jesús imponiendo prescripciones dogmáticas como elementos de salvación? Ante tal consideración Lutero responde:
«Toda vez que las obras a nadie justifican, sino que el hombre [ser humano] ha de ser ya justo antes de realizarlas, queda claramente demostrado que solo la fe, por pura gracia divina, en virtud de Cristo y su palabra, justifica a la persona suficientemente y la salva, sin que el cristiano precise de obra o mandamiento alguno para lograr su salvación (XXIII) (La libertad cristiana, 1520).
La doctrina de la superioridad de las Sagradas Escrituras: La mirada hermenéutica de la reforma
El argumento de la autoridad de las Sagradas Escrituras es un asunto esencial para todas las reformas europeas. De ahí el principio reformador Sola scriptura. Lutero siguió una línea revolucionaria que no comenzó con su gesta en Wittenberg. Como preámbulo a los acontecimientos en Alemania, dos de los más recordados teólogos de la parte baja de la edad media pagaron el costo de enseñar que toda acción y tradición de la iglesia quedan subordinadas a la autoridad de las Sagradas Escrituras. Nos referimos a John Wyclif, en la Universidad de Oxford y Juan Huss, desde los recintos de la Universidad de Praga. Ambos fueron declarados herejes por la iglesia. Por su parte, Juan Wyclif nos hereda la traducción de la Biblia al inglés.
Para Lutero la Palabra de Dios es más que la Biblia. Entendida de este modo, la Biblia posee una autoridad suprema, no porque sea un texto sagrado en sí mismo, más bien, es debido a que nos remite al evangelio de la Palabra Encarnada que es Cristo Jesús. En otras palabras, nos habla del mensaje y la obra de Jesucristo. Así que la Palabra de Dios es Dios mismo haciéndose presente y actuando en favor de su pueblo. De esta manera, cuando hablamos de la superioridad de la Palabra sobre todo asunto eclesial y dogmático, se refiere a la supremacía del Evangelio de Cristo Jesús sobre la tradición eclesial. Hay que tener presente que Lutero no rechazaba el valor de la tradición. Todo lo contrario, lo que deseaba enfatizar es la supremacía del mensaje de Cristo en la iglesia. La tradición siempre queda sujeta al escrutinio de las Sagradas Escrituras. De este fundamento «los Discípulos de Cristo» hemos aprendido a tener la Biblia como la única fuente de autoridad en cuanto a fe y doctrina. De ahí nuestra clásica expresión «allí donde las Escrituras hablan, hablamos, donde las escrituras callan, callamos», asociadas con el reverendo Thomas Campbell a inicios del siglo XIX.
Como consecuencia del principio Sola scriptura se hizo indispensable traducir las Escrituras al idioma del pueblo. Lutero se consagró a esta titánica tarea por cerca de una década desde su exilio en el Castillo de Wartburg. Finalmente, la Biblia en alemán se publica en 1534. Sin lugar a duda, la traducción de la Biblia catapultó la educación formal y el nacionalismo alemán.
Sacerdocio universal del creyente: La mirada ministerial de la reforma
El pensamiento luterano rompe con la distinción jerárquica que antepone el clero con el laicado. En su lugar, presenta una nueva eclesiología en la cual todos los creyentes son sacerdotes del evangelio de Jesucristo. Lutero, al igual que los demás reformadores, se opuso a la duplicación del poder político en la jerarquización de la iglesia, ya que resultaba en una exclusión del laicado en términos participativos en la misión cristiana. Haciendo una lectura del texto bíblico: «Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable» (1 P 1.9, RVR1960), comienza a enseñar que la obra de Cristo liga a todas y a todos los creyentes a la vida cristiana y al testimonio del evangelio en el mundo. Lutero escribe:
«Cristo, en posesión de la primogenitura y toda la gloria y dignidad que a la misma pertenecen, hace participar de ella a todos los cristianos, a fin de que por la fe también ellos sean reyes y sacerdotes con Cristo (XV)».
Aunque en términos eclesiales se hace distinción entre clero y laicado, es en virtud de la tarea que se realiza en lugar de ser considerado una supremacía ministerial. Para esta meta se requirió un cambio en la estructura litúrgica incluyendo la celebración de la experiencia cultica en el vernáculo. Quizás la mayor innovación eclesial del reformador fue y sigue siendo la devaluación del rechazo de la mujer en las prácticas de la iglesia. Lutero no solo abogó por la anulación del celibato, sino que auspició la participación de la mujer en la organización social y en la celebración del culto. La doctrina del sacerdocio universal del creyente nos ofrece una mira refrescante al reconocimiento de la participación de todos y todas en la proclamación de la obra de Cristo Jesús en el mundo.
Conclusión
Deseo concluir reconociendo el legado de la Reforma Protestante como un proceso de liberación de las ataduras dogmáticas que circuló en un primer momento por toda Europa hasta llegar a nuestras tierras. La Reforma nos obsequia tres regalos invaluables: la justificación por la fe, la supremacía de la Palabra de Dios y el sacerdocio universal del creyente. Les invito a no pasar por alto el costo que tuvo para los reformadores y las reformadoras legarnos la iglesia y la teología de la que gozamos en la actualidad. Celebramos 501 después que somos hijos e hijas de la Reforma. Soli Deo Gloria, la gloria sea dada solamente a Dios.
Referencias
Cassese, Giacomo. Desde la Reforma. El impacto de la Reforma Protestante en los grupos destituidos. Pueblo Unido Editores, 1998.
Conmemoración Conjunta Luterano-Católico Romana de la Reforma en el 2017. Informe de la Comisión Luterano-Católico Romana sobre la Unidad, Del conflicto a la comunión. España: Editorial Sal Terrae, 2013.
González, Justo L. Historia de la Reforma. USA: Editorial Unilit, 2003.
García, Alberto L. y Domínguez, R. D., Introducción a la vida y teología de Martín Lutero. EUA: Abingbon Press, 2008.
Lutero, Martín. La Libertad Cristiana, 1520. – La cautividad babilónica de la iglesia, 1520.
– Escritos sobre la educación y la iglesia. 1523-1539. EUA: Editorial Concordia, 2011.